El Clan de la Foca by Michelle Paver

El Clan de la Foca by Michelle Paver

autor:Michelle Paver [Paver, Michelle]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T05:00:00+00:00


20

Renn había buscado por toda la orilla, pero no estaba más cerca de descubrir adónde había ido Torak.

Lobo había rastreado su olor durante un día y una noche, zigzagueando incansable entre los árboles, pero siempre retrocediendo en busca de Renn para que no se quedara rezagada.

Cuando había llegado a la boca del Agua Ancha, su ansiedad se había vuelto agitación. Gimoteando, había corrido de arriba abajo por la arena. Entonces había echado atrás la cabeza y había soltado un aullido terrible, desgarrador.

La búsqueda de Renn había revelado los restos de dos fuegos: uno grande y descuidado sobre las rocas y otro más pequeño que sin duda era obra de Torak, así como un sedal de sus anzuelos de doble espina. Pero del propio Torak no encontró ni rastro. Era como si se hubiera desvanecido en el Mar.

Esa noche Renn se acurrucó en el saco de piel para dormir, escuchando el suspirar del oleaje y preguntándose qué le habría ocurrido. La Madre Mar podía haber enviado una tempestad para ahogarlo a la distancia de un tiro de flecha de la orilla. La Gente Oculta podía haberle arrastrado al fondo con sus largos cabellos verdes…

Se sumió en un sueño inquieto.

Lobo continuó correteando por la orilla toda la noche.

Todavía seguía allí por la mañana. Se negó a comer, se negó a cazar y mostró sólo un fugaz interés en los fulmar que anidaban en el acantilado, lo cual probablemente fue lo mejor para él, teniendo en cuenta que los polluelos de fulmar escupían una grasa de olor nauseabundo y Renn no tenía forma de advertírselo.

Era mediodía y Renn supo que no podían quedarse más tiempo.

—Tengo que encontrar ayuda. —Aunque sabía que Lobo no la entendería, sentía la necesidad de hablar por su propio bien—. ¿Vienes? —Lobo movió las orejas hacia ella, pero no se movió—. Alguien debe de haberlo visto —explicó Renn—. Una partida de caza o… alguien. ¡Venga, vámonos!

Lobo se encaramó de un salto a las rocas y contempló el Mar.

—Lobo, por favor. No quiero ir sin ti.

Lobo ni siquiera giró la cabeza.

Ahí tenía la respuesta. Tendría que marcharse sola. Con una punzada de angustia, se echó el fardo al hombro y emprendió el camino hacia el Bosque.

Detrás de ella, Lobo levantó el hocico y aulló.

Lobo no sabía qué hacer.

Necesitaba quedarse en ese sitio terrible y esperar a su hermano de camada, pero también necesitaba seguir a la hembra al Bosque.

Odiaba aquel lugar. La tierra pálida le hacía escocer los ojos, las rocas calientes le mordían las patas y los pájaros-peces le chillaban que se fuera. Pero sobre todo le daba miedo aquella enorme criatura que gemía y dormitaba ante él. Desprendía un olor frío y atávico que él conocía sin haberlo aprendido nunca. Y si se despertaba…

Lobo no entendía por qué Alto Sin Cola se había ido a donde su hermano de camada no podía seguirlo, o por qué su aroma estaba tan masticado con el de aquellos otros tres sin cola. Por su olor, sabía que eran machos a medio crecer, que estaban enfadados y que no pertenecían al Bosque, sino a la Gran Agua.



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